Elon Musk: ¿Héroe, villano o estratega supremo?

Elon Musk: ¿Héroe, villano o estratega supremo?

Un ícono del anti-Estado que no rehúye el dinero público

Elon Musk encarna el sueño distópico del multimillonario tecnófilo: amado por unos, detestado por otros, pero siempre polarizante. Se presenta como un cruzado contra el Estado y sus “excesos reguladores”, aunque su ascenso al olimpo empresarial habría sido imposible sin sustanciosas subvenciones gubernamentales. Y no hablamos de pequeñas ayudas, sino de miles de millones de dólares provenientes de administraciones demócratas, incluida la de un presidente negro con nombre árabe: Barack Obama, claro un detalle, no sólo por alguna que otra idea supremacista de Elon, sino también para quien gusta de señalar los males del intervencionismo estatal.

Tesla no solo sobrevivió gracias a generosos créditos fiscales y contratos federales, sino que estos subsidios fueron la tabla de salvación en sus momentos más críticos. Es irónico, casi cínico, que el apóstol del individualismo tecnocrático deba tanto al colectivismo estatal. Pero lo más fascinante es cómo su narrativa resuena con quienes desprecian las ayudas públicas: los mismos que demonizan el asistencialismo para los pobres, aplauden los rescates financieros para bancos, automotrices y, claro, para él.

De Sudáfrica al sueño americano: un pasado incómodo

Musk nació en 1971, en el álgido contexto del apartheid sudafricano. Su familia emigró a Canadá en 1989, prácticamente escapando del colapso del régimen segregacionista. Este dato histórico no es menor: una familia blanca que decide salir justo cuando los negros comienzan a tomar el poder. En su momento, Musk evitó enlistarse en el servicio militar obligatorio sudafricano, una decisión que también refleja las tensiones raciales de su país natal. Este contexto podría haber influido en su visión actual de un mundo regido por "méritos individuales" más que por justicia social.

El apoyo a la extrema derecha alemana y los vínculos ideológicos

Recientemente, Musk generó controversia al respaldar a Alternativa para Alemania (AfD), un partido de extrema derecha que evita condenar rotundamente al nazismo. Este respaldo no solo refuerza las críticas hacia su discurso extremista, sino que también podría afectar su imagen ante comunidades específicas, como la judía. Sin embargo, vivimos tiempos complejos donde extremos que tradicionalmente han sido antagónicos encuentran causas comunes: muchos extremistas de derecha, históricamente antisemitas, hoy se acercan a sectores de la derecha judía, unidos por enemigos compartidos como la inmigración árabe y negra, así como el islam. Este apoyo no es aislado. Su discurso se alinea con posiciones ultranacionalistas y antiinmigrantes que también han ganado tracción en Estados Unidos y Europa.

Esto nos lleva a otro punto controversial: Musk también mantiene cercanía con líderes autoritarios y corruptos como Benjamin Netanyahu. Aunque podría justificarse como una estrategia pragmática para proteger sus intereses en Israel, también subraya la creciente alianza entre sectores de derecha global, donde las preocupaciones por la inmigración y la seguridad desplaza cualquier otra preocupación política como la inflación, el precio de la vivienda o las difíciles condiciones económicas para los negocios locales. Para cualquier judío progresista, que están en extinción, más aún en Israel, estas conexiones no solo resultan desconcertantes, sino también profundamente inquietantes por lo que significan para el futuro de la convivencia y su propia subsistencia.

La normalización del multimillonario como figura política

El fenómeno Musk no es una anomalía, sino el síntoma más visible de una tendencia global: la política, ese terreno donde solían disputarse ideas, ahora parece un club de millonarios. En Estados Unidos, el Senado es uno de los clubes más exclusivos, donde la riqueza es casi un prerrequisito para tener voz. ¿Y qué decir de China? Incluso el Comité Central del Partido Comunista, antaño emblema del igualitarismo se ha convertido en un escaparate de fortunas descomunales.

Alemania tampoco se queda atrás. El probable próximo canciller, un millonario líder de la CDU, simboliza cómo incluso los países más disciplinados están abrazando este modelo de “política para ricos”. Es un cambio de paradigma: ya no se debate si la acumulación de riqueza es compatible con el poder político, ahora parece ser la entrada obligatoria.

En América Latina, el contraste es casi tragicómico. Allí, los políticos suelen entrar pobres y salir ricos, como si el ejercicio del poder fuera una fórmula para el ascenso económico. Mientras tanto, en el resto del mundo, la riqueza ya está consolidada antes de llegar al poder. El mensaje implícito es claro: si no eres millonario, ni lo intentes. Y es aquí donde Musk brilla: no solo encarna este modelo, lo vende como aspiracional, haciendo creer a las masas que su éxito es replicable, aunque el tablero esté inclinado solo para unos pocos.

¿Por qué son atractivos para los trabajadores y empresarios medianos?

La fascinación por personajes como Musk no es fruto del azar, sino el resultado de una narrativa meticulosamente construida. El “emprendedor exitoso” que desafía al sistema resuena profundamente entre trabajadores y pequeños empresarios. ¿Por qué? Aquí tres claves:

  1. Resentimiento: Musk canaliza la frustración de quienes ven un sistema corrupto e inalcanzable. Su retórica apunta contra las élites intelectuales y políticas de izquierda enamorada de las políticas de la “diversidad”, presentándose como un rebelde que “entiende a la gente común”. Claro, omite convenientemente que su éxito depende de los mismos mecanismos que critica.
  2. Reaccionario: Su mensaje antiestablishment es seductor por su simplicidad: menos regulaciones, menos impuestos, más libertad. Sin embargo, estas políticas, en la práctica, benefician a los grandes jugadores del mercado, no a los pequeños. Pero Musk nunca habla de eso; su misión es alimentar la fantasía de un “mercado libre” que siempre castiga a los negocios locales y trabajadores.
  3. Egocentrismo: Musk proyecta un ideal individualista que dice: “Si yo puedo, tú también.” Pero esa promesa ignora que su éxito fue apuntalado por enormes subsidios financiados con impuestos que él evita pagar. Mientras tanto, los  empresarios locales y trabajadores siguen cargando con la cuenta.

Es un espejismo perfecto: promete un ascenso individual que, en realidad, solo perpetúa las mismas estructuras que mantienen a los pequeños en su lugar. Musk no es un modelo para seguir, es un símbolo de cómo el sistema recompensa a quienes ya tienen todas las ventajas.

La gran traición

Musk se presenta como un libertador, pero su modelo de negocios no libera a las masas; las ata aún más. Bajo el pretexto de “menos regulaciones”, lo que realmente busca es un mercado donde solo los gigantes, como él, puedan sobrevivir. Es un juego perverso: las mismas barreras de entrada que dice combatir son las que él refuerza al asegurarse contratos gubernamentales exclusivos y ventajas fiscales que aplastan a los pequeños empresarios.

Lo más irónico es que su mayor base de admiradores está formada por trabajadores y dueños de negocios locales, aquellos que terminan siendo los primeros sacrificados en este sistema. Musk no es el caballero de brillante armadura que dice ser; es más bien el arquitecto de un castillo con muros tan altos que nadie más puede entrar. La traición está enmascarada en promesas de libertad, pero lo que realmente ofrece es un futuro donde los gigantes tecnológicos como él reinan sin competencia, y los pequeños apenas sobreviven.

Un juego de egos: Musk y Trump

El caso Musk nos lleva a una nueva pregunta: ¿cuánto durará la alianza entre dos de los egos más extremos del escenario político y empresarial, Elon Musk y Donald Trump? Ambos comparten una visión del mundo que privilegia la acumulación de poder y riqueza, acompañada del desmantelamiento de regulaciones, pero también son figuras incapaces de ceder protagonismo. ¿Terminará Trump siendo un simple títere gritón y amenazante, manejado desde las sombras por un Musk que busca consolidarse como el verdadero titán de la política y los negocios?

La alianza, por ahora conveniente, plantea un futuro lleno de tensión: un choque de voluntades donde el pragmatismo podría dar paso al caos. Si algo está claro, es que ambos egos no pueden coexistir indefinidamente sin colisionar. En este juego de poder, Musk no parece dispuesto a ser un actor secundario, mientras que Trump rara vez permite que otro ocupe el centro del escenario.

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