Las Balas de la Ira; el resentimiento apunta al corazón del sistema
"En los ojos de los hambrientos se ve un crecer de ira. En el alma de los pueblos, las uvas de la ira se están llenando y tomando peso, listas para la vendimia." John Steinbeck, Las uvas de la ira
El asesinato de Brian Thompson, ese icono corporativo de UnitedHealthcare, ¿podría haber sido algo más que una coincidencia desafortunada? Imposible no preguntarse si este evento trágico no será, en realidad, el reflejo de un sistema que lleva décadas operando como una bomba de tiempo. Thompson, abatido frente a un Hilton en Manhattan, no cayó simplemente por una bala, sino por el peso de un sistema que hace agua por todos lados.
El simbolismo aquí es demasiado jugoso para ignorarlo. No solo fueron disparos al cuerpo de un hombre, sino al alma de una nación que lleva años acumulando resentimiento contra compañías como UnitedHealthcare. Las redes sociales, siempre diligentes, no tardaron en bautizar las balas de 9 mm con inscripciones reveladoras: “negar”, “defender” y “deponer”. ¿Metáfora perfecta o artefacto de un guionista frustrado? Difícil decidir. Aunque claro, en un país donde los narradores oficiales siempre encuentran una forma de racionalizar lo irracional, quizás no sea casualidad que estas palabras sean el santo y seña de los seguros médicos. Ciertamente, la caída del CEO tiene una conexión no misteriosa con la caída del -15.11% del valor de sus acciones, diría cualquier analista del mercado de valores.
Modelo de negocio: negar, defender, deponer
Hablemos de Thompson, un personaje cuya figura ahora trasciende lo meramente humano para convertirse en el símbolo perfecto de las desigualdades estructurales del sistema de salud estadounidense. ¿Cuántos como él no han navegado las turbulentas aguas de la avaricia corporativa bajo el mantra de “el mercado se regula solo”? Pero claro, lo único que se regula solo aquí son los márgenes de ganancia. ¿Y el acceso a tratamientos médicos esenciales? Bueno, para eso están las cartas de rechazo, las deudas insalvables y las bancarrotas personales.
La ironía no podría ser más cruel: el país con el sistema médico más avanzado es también el que deja a millones sin atención porque “no cumplen los requisitos”. Requisitos, por cierto, que parecen más propios de unos “juegos del hambre” que de un sistema pensado para salvar vidas.
La polarización en el discurso público
El asesinato de Brian Thompson no solo expuso las tensiones estructurales de la sociedad estadounidense, sino que también desató una polarización intensa en el discurso público. ¿Quién iba a imaginar que tres balas en Manhattan podían reavivar los fuegos cruzados de las trincheras ideológicas? Este fenómeno quedó en evidencia con las reacciones de las figuras mediáticas conservadoras como Ben Shapiro y Matt Walsh, quienes, en un gesto predecible, condenaron enérgicamente lo que describieron como una celebración de la izquierda ante la muerte de Thompson. Claro, porque si algo necesita el debate público, es más histrionismo.
Comentarios como “Soy republicano, voté por Trump, pero me doy de baja de Ben”, “Recuerden, muchachos, Ben tiene más en común con ese CEO que con cualquiera de nosotros” y “El patrimonio neto de Ben ronda los 50.000.000 de dólares” reflejan algo más profundo que un simple desencanto con el contenido mediático. Revelan la creciente fractura entre las figuras mediáticas conservadoras y una audiencia que comienza a reconocer que estos “líderes” tienen mucho más en común con los CEO que con los trabajadores promedio a quienes buscaban apelar. ¿Quién lo habría pensado? Al parecer, no todos los seguidores se tragan el cuento de que los micrófonos y las páginas de opinión son armas de la resistencia. Y cuando la narrativa empieza a desgastarse, lo único que queda es el silencio de quienes antes aplaudían desde las gradas.
Hacia una narrativa de transformación
El asesinato de Brian Thompson y las tensiones desatadas por su muerte revelan una paradoja central en el movimiento que Trump logró movilizar: el despertar de la clase trabajadora. Porque, ¿qué podría salir mal cuando un líder populista incita a una masa social marginada contra las mismas élites que lo financian? Mientras su campaña se basó en la retórica de dar voz a los marginados y perjudicados por la globalización, este caso muestra cómo esa movilización puede volverse en contra de las élites financieras y empresariales que respaldan al presidente electo.
La clase trabajadora y los sectores empobrecidos que se sienten traicionados por un sistema que ha priorizado las ganancias corporativas sobre su bienestar han sido los principales motores del apoyo a Trump. Sin embargo, este caso expone una tensión inevitable: si el "gigante dormido" que representa esta masa social continúa despertando, su ira no solo se dirigirá hacia las élites liberales y globalistas que Trump ha denunciado, sino también hacia las élites conservadoras que respaldan políticas que perpetúan la desigualdad. ¿No es curioso que el mismo discurso que despertó al gigante ahora lo enfrente a sus creadores? Solo faltan líderes visionarios dispuestos a asumir el riesgo del liderazgo. Pero, claro, ¿quién quiere liderar un incendio que puede consumirlos a todos?
Trump ha captado el resentimiento y la frustración de la clase trabajadora con su mensaje popular. Pero ¿no resulta irónico que muchas de las élites empresariales que lo apoyan encarnen los mismos problemas que generan esta indignación? Estas élites, con su desdén por el bienestar social y su defensa de un capitalismo financiero que acumula riqueza en pocas manos, parecen haber olvidado que el resentimiento social no discrimina entre liberales y conservadores. Casos como el de Thompson, con su simbolismo de decisiones corporativas frías y calculadas, refuerzan la percepción de que estas élites han prosperado a costa del sufrimiento de millones.
El costo político de la movilización
El caso de Thompson muestra cómo la movilización de la clase trabajadora, lejos de estabilizarse, puede convertirse en un movimiento impredecible. La ira y el resentimiento acumulados contra las compañías de seguros médicos y sus prácticas está transformándose en una crítica más amplia hacia todo el sistema que las sustenta.
El asesinato de Thompson, presuntamente por parte de Mangione, ha provocado reacciones extremadamente polarizadas en Internet. Los memes y publicaciones en redes sociales lo ensalzan, comparándolo con héroes como Robin Hood. ¿Es este el nuevo símbolo del descontento social? "En esta casa, Luigi Mangione es un héroe, fin de la historia", decía una publicación viral con millones de visitas.
El apoyo a Mangione se ha extendido a plataformas como Etsy y Amazon, donde se venden productos con lemas como "Mommy's Little CEO Killer" y "Defend, Deny, Depose". Una campaña de financiación colectiva recaudó 40,000 dólares tras ser eliminada de GoFundMe. Donantes comentaron: "Para mi madre, víctima de la industria de seguros, gracias por su sacrificio. Que otros sigan sus pasos de valentía y justicia". ¿Será que hemos llegado al punto donde la justicia social se imprime en tazas y camisetas?
El dilema populista
La narrativa populista de Trump no puede sostenerse indefinidamente sin cambios estructurales. Este caso expone las profundas contradicciones entre un mensaje que apela a la clase trabajadora y políticas que benefician a las élites empresariales que lo respaldan. Si estas tensiones no se abordan, las consecuencias podrían ser devastadoras tanto para el movimiento como para el sistema político. ¿Acaso no faltan líderes valientes dispuestos a convertir esta rabia en una fuerza disruptiva?
Lo que queda por ver es si alguien tomará esta energía acumulada y la canalizará hacia un cambio significativo. Porque, al final, no hay nada más peligroso para las élites que una clase trabajadora que deja de creer en sus promesas vacías. Lo sabemos, el liderazgo no vendrá de las élites.