Nosotros
El Arquitecto en las Sombras
Claudio Román no es el tipo de figura que el sistema elige para exhibir. Es un estratega que opera desde las sombras, alguien que prefiere el anonimato al ruido, consciente de que el poder verdadero no necesita aplausos ni fuegos artificiales. Sus movimientos no buscan la gratificación instantánea del espectáculo público; su objetivo es más profundo: transformar sistemas, hackear estructuras, redistribuir poder. Su legado no será una estatua ni un reconocimiento póstumo, sino el cambio palpable que genera en el tejido económico y social.
Román vive según códigos inquebrantables: el honor y la palabra. Principios que, en un mundo donde las promesas son tan ligeras como un tuit, resultan casi una excentricidad. Cumplir una promesa, para él, no es una cortesía; es una cuestión de identidad. Esta rigidez moral lo emparenta más con los gitanos o las familias calabresas que con el oportunismo corporativo moderno. En su visión, los grandes cambios no nacen de impulsos emotivos, sino de maniobras metódicas y calculadas. Y en eso, su rigor es inigualable.
El Hacker de Narrativas
Desde sus años como estudiante en Chile, Román entendió que el poder no radica solo en los sistemas, sino en las historias que los legitiman. Durante la dictadura, usó bases de datos no como herramientas técnicas, sino como armas de resistencia, desafiando el control autoritario de la información. No lo hizo como un gesto romántico, sino como una acción concreta y meticulosa. Aprendió temprano que la confrontación directa es para los amateurs; los verdaderos estrategas infiltran, observan y actúan con precisión quirúrgica.
Esta lección se convirtió en el núcleo de su filosofía. Román no busca los reflectores, porque sabe que los focos iluminan tanto al héroe como a sus vulnerabilidades. Prefiere mover los hilos desde la penumbra, donde la influencia no tiene rival. Su vida no es un espectáculo público, sino una operación encubierta constante, donde cada decisión tiene un propósito claro y un impacto calculado.
Un Hombre que Piensa Como el Sistema
Román no teme usar las herramientas de sus adversarios. Ha tomado el marketing agresivo de Madison Avenue, las estrategias financieras de Wall Street y la lógica clandestina de las operaciones especiales, refinándolas hasta convertirlas en armas de subversión. Para él, vencer al sistema no se trata de derribarlo frontalmente, sino de superarlo en su propio juego.
Pero no se queda en la teoría. Cada proyecto que lidera —Roman Risk o Kempelen— no es solo una empresa, sino una extensión de su visión estratégica. La frialdad con la que planifica está siempre balanceada por una pasión ideológica que convierte incluso las herramientas más técnicas en vehículos para el cambio.
Roman Risk: Una Trinchera Narrativa
Roman Risk comenzó como un ataque quirúrgico contra Wall Street. Alimentado por confidencias de resentidos corporativos, Román expuso las manipulaciones del mercado de valores, generando retornos extraordinarios y, al mismo tiempo, revelando las grietas del sistema. Pero pronto Roman Risk dejó de ser un simple ataque puntual. Se convirtió en una narrativa más amplia, un movimiento que articula la resistencia de medianos y pequeños negocios contra un sistema que los ignora.
Román utiliza Roman Risk como una trinchera intelectual. Cada análisis está diseñado para canalizar el resentimiento, la reacción y el ego colectivo en una fuerza organizada. Donde otros ven emociones negativas, él identifica combustible. Es el tipo de pragmatismo que en un mundo menos irónico podría ser considerado revolucionario.
Kempelen: La Insurgencia Económica
La Calculadora de Ventas de Kempelen no es un simple software; es una declaración de principios. Diseñada para medianos y pequeños negocios, Kempelen es un caballo de Troya que devuelve las herramientas de las grandes corporaciones a las manos de quienes han sido sistemáticamente excluidos. Román no la concibió para resolver problemas aislados, sino para mostrar que el cambio sistémico es posible cuando se combina estrategia fría con acción decidida.
Kempelen utiliza análisis predictivo, automatización avanzada y visualización estratégica para convertir los datos en armas de resistencia. No es solo tecnología; es un símbolo de lo que puede lograrse cuando la disciplina y la claridad se imponen al caos y la improvisación.
El Orden en Tiempos de Ruido
En un mundo obsesionado con la incertidumbre y las identidades líquidas, Román propone algo radical: la estabilidad como condición mínima para el progreso. En su visión, el esfuerzo, la responsabilidad y el respeto por los compromisos no son accesorios, sino pilares de cualquier sistema funcional. Sin ellos, la confianza se desmorona, y sin confianza, el progreso es un espejismo.
Román no se alinea con el dogmatismo ni con la moralidad impostada. Lo suyo es más pragmático: disciplina frente al desorden, claridad frente a la confusión. Acepta el sacrificio y la corrección de errores como costos inevitables de construir estructuras justas y equilibradas que ofrezcan certezas fundamentales en un mar de incertidumbre.
Más Allá de los Proyectos
Sin embargo, los proyectos de Román son apenas una manifestación de algo más grande: su visión de redistribuir el poder y usar la tecnología como herramienta de emancipación, no de control. No se trata de un éxito personal, sino de un legado que desestabilice estructuras y reconstruya sistemas desde abajo. Claudio Román no necesita aplausos; su influencia se mide en resultados. Y esos, incluso en silencio, hablan por sí mismos.